Tu boca calla temblando
mientras habla tu corazón,
sin decir palabras que suenen
pero saben bien de amor.
Tus manos quietas sudando
pese a que te queme la tentación
y te inquiete la mirada,
mientras tú… disimulas la intención.
Si de otra forma lo hicieras
por mucho que tú quisieras
sería compeler una acción,
mejor sigue en tu silencio
comprendiendo a Platón,
que aunque algunos no le entendieran,
un sabio así lo aludió.
Qué fuertes los sentimientos,
cuán grande es este amor,
pero muriendo en silencio callas
y lo guardas con razón.
Allí ella en su convento
te ofrece un alimento y te reza una oración,
compasiva con los pobres,
con los enfermos y tal vez
con los que padecen adicción.
A ti,
aunque con este plato te sacia un apetito,
pero te deja gran aflicción,
tu mueres por ese beso,
tu lloras un gran dolor,
por el amor que le profesas,
ella sin saber, inocente,
te da la mano y un apretón.
Cuando tus dedos roza
y tú sientes su calor,
crees morir en silencio,
suspiras por ese amor.
Esa mujer con un hábito
vestida de ese color,
que da de comer a los pobres,
tú sólo ves en ella a tu amor,
que sólo alimenta tus sueños
y no conoce tu fervor;
porque tu hambre es del alma,
no se sacia con ración,
tu quisieras ese cuerpo,
esos besos,
ese amor.
© Yvonne Torregrosa
Deja una respuesta