Aquella noche se despertó tumbada en la espesura del bosque, tan solo vestida por los rayos blancos de la inmensa luna que cubrían su piel y la hacían parecer aun más bella.
Su negra melena se mecía con la caricia de la brisa, simulaba un manto.
Creyó que el viento era una canción al silbar melodías que la oscuridad le dejaba para que pudiera bailar en su salón de naturaleza perfecta.
Sus pies, como los de una muñequita en su caja de música, parecían no tocar el suelo y hacían que su cuerpo esbelto se deslizara, mientras con delicados movimientos sus brazos emulaban las alas de un pájaro.
No recordaba ni siquiera su nombre. Pero qué importaba, si la dicha la envolvía y se sentía dueña del mundo.
No necesitaba identidad. Qué más daba quién fuera. Era ella…
No se asustaba con nada, caminaba despacito, saboreando el aroma de aquel fresco paraje. Fragancia a corcho húmedo, a hojas verdes, a tierra… tierra fresca del bosque oscuro.
Y en silencio, sintiendo el perdón de las flores que, a pesar de ser pisadas, le regalaban en su último suspiro los mejores perfumes, a cuál más dulce e intenso.
Miraba las estrellas y sabía que sus destellos eran aplausos con susurros, sin jaleo.
Así, dejándose envolver por esa noche templada y sin bruma, escuchando tan solo el rumor de aquel río inmenso que invitaba a mojarse en sus frescas aguas, se acercó a ellas, tenía sed.
Al hacerlo, vio un rostro reflejado. La miraba fijamente a los ojos.
Aquella mirada profunda, negra, pura, sin palabras le decía:
“Ven, por favor, ven mi amor, coge mi mano, ven conmigo, deja esa vida, abandona lo que ya conoces y comencemos juntos este camino en el que hay esperanzas y sueños. Seamos los dos amantes eternos de la noche.
Mi alma será tuya y mi corazón latirá contigo. Seré por siempre tuyo, amada mía, quédate conmigo”.
Al sentir aquello, quiso acariciar el agua con sus finos dedos para así tocar aquel rostro y en las aguas escribir su nombre para dejarle su recuerdo.
Pero no sabía quién era, no pudo hacerlo. No le alcanzaba la memoria. Quién era ella… no podía saberlo. No era más que un rayo de luna que esperaba a ese hombre, a su amante, su amor secreto.
Al fin, tocó el agua y, al hacerlo, el rostro desapareció borroso. Ella se acercó más aun buscándole. Miró dentro, quieta de nuevo. Esperó y siguió esperando mucho tiempo, pero, vencida por el sueño, el amanecer la encontró allí como un ángel.
Amado rostro sin nombre, buscaba la dama a su amor. Pasaron las horas y, ya en el crepúsculo de una negrura que tanto había durado, escuchó algo. Muy despacio se volvió y vio a su espalda a su amor que la buscaba… allí estaba. Le vio.
Pero qué confundida estaba, no era aquel su amado. Las cadenas la encontraron, la taparon y se alejó en la ambulancia con unas personas de blanco. Rompieron sus sueños, sus noches, su encanto. Volvieron a medicarla y hoy, inmóvil, mira al fondo sin ver nada.
Desde que está encerrada, su voz enmudeció. Qué quedará en sus recuerdos, qué será de su amor… ¿estará esperando a que vuelva? Pero aquel tiempo pasó. Su piel está ya ajada, su negra melena en gris se mudó.
Y ya no baila. Solo escucha una voz con un nombre, Manuela…
Así la llaman cuando van al comedor, le dicen Manuela… mas ella no sabe. Ese nombre cada día escucha. No sabe que es el suyo y no les presta atención. Ya sin voz, ni mirada, vive en su mundo sola. Únicamente recuerda una mirada profunda, la del que era su amor. Hay noches en las que habla para sí, llama a su amante a gritos, el del río en el que la miró.
En ese momento, Manuela esboza una mueca y parece feliz. Cree que él vendrá a buscarla, que se irán a su mundo, que sentirán el perfume de su flor y que bailarán abrazados en el agua.
Así será cada noche. Asirá fuerte sus manos, se mirarán a los ojos, se salvarán los dos y vivirán eternamente.
Y será libre, sin nombre. Solos ella y su amor.
© Yvonne Torregrosa
Qué bonito! Siempre hay que tener esperanza, aunque no sea real!
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Magnífico relato, hermoso, preciso, certero. Una prosa llena de poesía, no podía ser de otra forma, viniendo de una autora que nos ha hecho temblar con sus versos.
“No necesitaba identidad. Qué más daba quién fuera. Era ella…”. Ojalá que pudiéramos aprender algo de lo que encierran estas palabras.
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Como todos los escritos de la autora es delicado sensible y muy bonito alguien seguro que se siente identificado con este relato es muy tierno y con mucha ilusión. Está lleno de frases que conmueven y hacen soñar
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Precioso, triste, donde acaba lo real y empieza la fantasía?
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Muy tierna historia que me evoca la enfermedad más cruel de la pérdida de recuerdos y de la propia identidad
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Que bonito relato, pueden borrarse los recuerdos, perder la memoria… pero cuando hay amor perdura en el tiempo, guardado en un rinconcito y cuando hay un momento de lucidez, aparece y vuelve la felicidad aunque sea por un instante.
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Qué tierno y triste…. Que prosa tan bien configurada!!!
Dónde habitan los recuerdos… Allí está y estará siempre nuestro corazón
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Muy bonita la historia y llena de esperanza.
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No voy a ser menos, creo querida amiga que debes dar un paso más, y lo sabes, no tengas miedo se que tienes mucho que contar… te acuerdas??? Ya de pequeñita me embelesaban tus historias con 6 años metidas en las jardineras de las ventanas, no lo olvidaré nunca, por favor amiga, ve más allá. Un besazo
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Hermosa manera de contar lo que olvidar no se puede…
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Muchas gracias, hay cosas que no se olvidan…
Un abrazo y gracias por visitar el blog.
Nos leemos.
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Si era noche, si era luna… sólo faltaba el espejo del agua para que, como Narciso, se prendara de su mirada. Y tuvo que ser así.
Mi abrazo.
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Gracias julio, la noche y la soledad la llevaron a la locura.
Me encantan tus visitas.
Un abrazo⚘
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Qué bonita historia, hay veces que el amor lleva a la locura y otras veces la locura es amor.
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Así es, en este caso creo que Manuela ya estaba perdida mucho antes de encontrar el amor.
Gracias por visitarme y por dejarme tus palabras Carmen.
Un abrazo.
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Soy amante de la noche y con ella vivo mientras ella quiera.
Soy amante de la noche caminamos juntos y es mi compañera.
Me ha resonando ” Miraba las estrellas y sabía que sus destellos eran aplausos con susurros, sin jaleo.”.
Gracias.
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Gracias a ti por regalarme estas bellas palabras.
Ya somos dos los que somos amantes de la noche, aunque he de decir que lo mío ha sido la naturaleza que me hizo ser hija de la luna.
Recibe mi abrazo y nos seguimos viendo por estos lugares de ensueño.
🌹🙋🏼♀️
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Manuela … un nombre enigmático que disfruta¨de si misma … ¨Asirá fuerte sus manos, se mirarán a los ojos, se salvarán los dos y vivirán eternamente. Y será libre, sin nombre. Solos ella y su amor. ¿Un eufemismo?
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No, tal vez el sueño de una mujer enamorada del amor.
Gracias por tu comentario, un abrazo🌹
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