Los campos yermos,
los huertos vacíos,
el sol ya no brilla
y nos congela el frío.
Todo son prisas,
llantos, suspiros.
Los rostros tan tristes
y ensombrecidos
de los pequeños sin madres,
sin leche y con cuerpos heridos.
Los famélicos perros
huyen miedosos
de todo el gentío,
los tanques, las balas
y de aquellos gritos.
Solo hay caos,
todo es baldío,
esto me aturde,
¡pero qué ruido!
Son bombardeos,
este estruendo me ha sorprendido.
No oigo ya nada,
ahora he caído
y no veo ni siento,
todo se ha ido.
De pronto…
Las nubes se marchan,
hay agua en el río,
podemos sembrar
y esperar a que espiguen
el maíz y el trigo,
veo amapolas, rosas y lirios.
Puedo sentir el aroma del pino,
resina, jazmines,
lavanda y olivo.
Ya hay tulipanes
y los tréboles brotan
por todos los sitios.
Todo está verde,
hay aroma en la brisa,
el sol brilla fuerte
y me abriga el sentido.
Ríen los niños,
escucho canciones
por aquellos caminos
donde antes oía sollozos y gritos.
Cuánta belleza,
todos se abrazan,
corren y bailan al
son de las danzas,
comen y cantan.
Y otros en cambio
van despacito,
disfrutando el aroma
del heno y espino.
Todo es alegría
color y esperanza,
los cielos azules
prometen bonanza,
se siente la paz,
se escucha la calma,
cómo llena y desborda
la aurora en mi alma.
¿Pues qué es lo que ocurre?
¿Qué turba mi calma?
¿Qué son estos ruidos?
Es el ulular de sirenas,
son bombas, zumbidos.
¡Qué desesperanza!
Ya no hay alegría,
no hay agua en los ríos,
no hay siembra en los campos,
ni flores, ni nidos,
no queda esperanza.
Donde estaban las dunas
ahora hay vainas de balas,
sangre y hastío.
Y es que yo…
tan solo dormía,
tan solo soñaba.
Mi alma se quiebra
al ver la desdicha
de una guerra por lucros,
una guerra sin causas.
Yvonne Torregrosa
Deja un comentario