Invisibles manos que,
ceñidas indolentes,
estranguláis mi garganta,
atrapando la voz presa en ella
que como un barco
con el viento a la deriva encalla.
Brotan suspiros sin voz
y locas ráfagas sin esperanza.
Un corazón arranca sollozos,
rompiendo en lamentos
con la fuerza poderosa
de sus afiladas garras.
Zarpazos intangibles
que ensangrientan mi morada,
abandonando este cuerpo inerte,
sin vigor para expresarlo
y ahogadas se asfixian las
silenciosas palabras.
Ojos de un ayer bravos,
hoy inundados en verdosos
pantanos de lágrimas,
esas mismas que se oprimen
en mi pecho,
donde en otro tiempo
vivió la pasión
y ahora se aloja la triste nostalgia.
Yvonne Torregrosa
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