Encaramada a tu espalda,
mi vida sin vida vivo.
Con un amor algo gastado
y dos cremalleras buenas
que nos han mantenido unidos,
dos sólidas y fuertes entre nuestros agudos sentidos.
Y desde aquí atrás veo pasar los días,
no me muevo, solo espero,
el reloj se ha detenido.
Yo, mirando pensativa,
asida a tu espalda sigo,
aunque sé que lo que crees
es que soy para tu vida
el más confortable abrigo.
Para ti ya es mucho el peso sujetando con tu cuerpo el mío,
apenas me quedan fuerzas
y tú… ya no eres un crío.
¿Para qué seguir unidos
por corchetes oxidados
por la pena, la costumbre y el hastío?
Mis brazos están
flojos para agarrarte
y las cremalleras…
de su cierre no me fío,
ya nos quedan muy grandes,
además se han descosido.
Nada te puedo ofrecer
por poco que me demandes,
ahora ya todo es baldío.
No insistas así en silencio,
sin palabras y sin quejas,
ofréceme ya rienda suelta,
no hagamos de esto más dramas, no frunzamos más
las cejas
y demos la situación por zanjada, dejémosla hoy resuelta.
Yo intentaré usar mis piernas,
esas que siento endebles, empezaré poco a poco
y, si de momento no puedo,
me iré agarrando a los muebles;
mientras, veo cómo te vas,
cómo sin peso en tu espalda
te alejas.
Yvonne Torregrosa
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