Suave tu voz, delicados tus dedos.
Mira mi cara, acaricia mi cuerpo.
Cose tus alas suavemente
mi piel y, apurando una
ráfaga de cálida brisa,
con los ojos cerrados
ante el abismo… saltemos.
Qué bello es volar asida a tu torso,
rozando los nidos, surcando los cielos.
Escuchemos el eco de las voces del mundo.
Cantemos canciones, que nos acompañe el viento, las olas del mar, las risas de niños, los pájaros bellos.
Subamos muy alto,
donde no existan lamentos.
Formemos la orquesta perfecta,
el susurro armonioso de tu corazón palpitando en mi pecho.
© Yvonne Torregrosa
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