Viviendo el equilibrio del amor,
colgamos suspendidos
de un cable que pende del cielo.
Dos pájaros lo sujetan,
cada uno en una nube.
Sacuden sus alas doradas,
en el aire dibujan pequeños balanceos.
Estoy en la cuerda floja
a muchos metros del suelo.
No es fácil sobrevivir
sin saber si abajo hay red.
Siento que si tú agarras
mi mano durante las piruetas… tranquila vuelo.
¡Qué bien me siento a esta altura!
Donde no existe el desvelo,
donde las miradas extrañas no dañan.
Solo con nuestros pies
pisamos el fino alambre,
el que nos sujeta a los dos
por encima de las más altas cumbres, rozando la luna y los
azules luceros.
© Yvonne Torregrosa
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