Cuando el dolor inclemente
me exprime
más allá de los huesos,
con la mirada ya seca
y el corazón roto y negro.
Me escapo a ese rincón de mi mente
a refugiarme en la cuna irreal
donde aún habitan mis recuerdos.
Allí corría feliz
en una infancia sin miedos,
con patines en los pies
que me llevaban al cielo,
mis amigas de la mano
plena de risas y sueños.
Y en este abril inquietante,
sin dormir me despierto.
El corazón desbocado
ante el terror que me produce
un presente imperfecto.
Llena de sobresaltos
en un mundo hostil,
sin justicia ni derechos,
sin nada a que agarrarme,
sola…
Y sintiendo que muero.
© Yvonne Torregrosa.
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