En la casa donde vivo ahora
hay ventanas pequeñas,
todas muy relucientes,
y cada mañana me asomo
para ver como soldados erguidos
a los cipreses verdes.
Quisiera tener girasoles
que como el sol resplandecen.
En cambio,
un ejército de soldados,
todos valientes y fuertes,
me esperan cada mañana
con la alborada de siempre.
En este nuevo sitio
no tengo jardineros
ni a nadie a quien pedir
que me renueve el florero.
Todos mis vecinos en silencio
parecen estar dormidos,
eso me da buen agüero…
tranquilo este barrio nuevo.
Hoy todo se ha llenado de flores,
rosas rojas han traído
y coloridos crisantemos.
Cuánta gente viene a verme…
pero en sus caras no veo
que se encuentren muy alegres;
hay hoy aquí mucho ruido,
también han tenido visita
mis vecinos los de enfrente.
Ya amanece un nuevo día,
ya la paz a mi casa vuelve.
Qué tranquilo está hoy todo,
sola me he vuelto quedar,
sola con mis cipreses.
Y las rosas de ayer…
ya apenas aroma desprenden,
los crisantemos desmayados
muertos todos parecen.
© Yvonne Torregrosa
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