Llegaste como un pajarillo,
volando lejos del otro ladode la tierra.
Lloraste unos instantes
y te asomaste despacio
para ver si podías sujetarte
a este país que no tenía
tu bandera.
Tu gran afán y fortaleza
y las ganas por tu hijo,
que dejaste desgarrada
en los brazos de su abuela,
te movieron muy deprisa
y alcanzaste tu futuro.
Luchaste como guerrera.
Te forjaste un buen seguro
y te anclaste a esta tierra.
Aquí no están tus kalenas
con sus frutos sanadores,
esos rojos que en la nieve
son más suaves que la seda.
Aquí no tienes los Cárpatos,
tus montes protectores,
en cuyas cumbres te enamoras
y a las que no dejas de mirar,
tus ojos prendados quedan.
Teodosio de Kiev se vino
escondido en un rincón
de tu maleta.
Él te guarda y le agradeces,
te bendice y le veneras.
Aquí las gentes amables
te abrieron todas sus puertas.
Y tú con tu simpatía
de todos el corazón ganaste
y de ellos te hiciste amiga,
confidente y compañera.
Tus raíces están lejos,
jamás olvidarás tu origen,
el aroma de tu madre,
la cocina de tu casa,
tus costumbres
y lo mejor de tu esencia.
Las olas del mar Negro
navegan aún por tus venas.
Las nieves de tu pueblo
no se derriten de tus sueños
y sigues recordando la estepa,
tus campos… Crimea.
¡No sufras mas, mujer,
porque hay algo tuyo
que te amarra a tu nueva tierra!
Aquí nació tu pequeña,
esa flor de primavera.
Aquí ya tienes amigos,
nueva casa.
Aquí ya no hay para ti
fronteras.
Planta tus girasoles,
los tulipanes y recuerda…
que aunque lejos estés,
tus ancestros allí quedaron
sujetando tu bandera.
Yvonne Torregrosa
Deja una respuesta