Esa mujer que nunca te habló,
de pálido rostro, mirada perdida,
cabello ondulado y manos serenas.
Cada tarde en el parque,
tu amor de hombre
en silencio profundo
tú le profesas.
Un libro gastado descansa
postrado en su falda plomiza,
reposa entornado sobre
el perfil de sus finas piernas.
¿Será un poemario,
tal vez un misal,
serán esas hojas que lee
la historia de amor de una novela?
Quieres hablarle,
mas el temor no te deja.
Qué fría parece, inmóvil, erguida,
tranquila en su mundo,
impávida, queda.
De reojo te observa.
Ella te ama, lo sabes, lo sientes,
pues cada tarde en el parque
tu amada te espera.
Hoy te acercaste, sacaste el valor
estuviste a su lado,
estaba tan bella…
No alzó la mirada,
no se movió.
Será timidez… parece una diosa
o será señorita altanera.
Y en el parque sombrío
permaneces sentado
bajo la lluvia aguardando a su vera.
Confías tranquilo en que
cierre su libro.
Deseas que eleve la vista,
que te mire a los ojos
y te regale su amor…
aunque esa mujer
sea de mármol,
solo una estatua,
solo una piedra.
© Yvonne Toregrosa
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