En la penumbra y cada noche,
emborracha de pastillas
y pócimas su sangre,
para intentar dormir al insomnio.
Soñando sin pestañear,
en tinieblas,
bajo un techo sin estrellas,
hasta que el alba disipa al demonio.
Nubarrones desatados en su mente,
se ahogan en charcos de lágrimas furtivas.
Y tiñe su tez con colorete
sin dejar del dolor testimonio.
Alguien sabrá lo que oculta un corazón
tras unos afligidos ojos,
fingiendo falsas sonrisas,
que intentan brillar como circonio.
© Yvonne Torregrosa.
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